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Si me leéis en marzo o en abril de este año de 2020 muy probablemente lo estéis haciendo desde vuestro, espero, cómodo confinamiento hogareño, debido a la crisis internacional que ha generado la expansión y contagio del Coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19) que ha producido la saturación de los recursos sanitarios de nuestro país, en especial las UCIs hospitalarias. El grado de contagio y morbimortalidad de este nanoespectro es importante y nos tiene a todos un tanto aterrorizados. 

Se nos presentan unas próximas semanas críticas en las que debemos mantenernos firmes en nuestro confinamiento por el bien de nuestros familiares y conciudadanos. Y por nosotros mismos. Hay que reducir el contagio en lo posible. Pero la situación no es fácil de gestionar, por lo que a continuación os facilito algunos consejos psicológicos e ideas para una mejor gestión de las emociones derivadas de la situación de inmovilización, alarma y miedo al contagio del COVID-19.

Ante todo quiero trasladaros a todos un mensaje de calma y tranquilidad. Para la gran mayoría de las personas que leen este artículo en mi Web de psicología EIDOS, el riesgo de fallecer tras el contagio por el virus es muy pequeño. Sobrellevaremos mejor o peor cualquier sintomatología asociada, pero saldremos adelante. Este virus fundamentalmente ataca a las personas más débiles (mayores, enfermos, etc.) y debemos ayudar en lo posible a protegerlas con medidas como el confinamiento en el que ahora nos vemos obligados por las autoridades, para que la respuesta hospitalaria sea la mejor para todas ellos. 

En una crisis como la actual hay distintas fases por las que inevitablemente vamos a pasar todos, o seguramente habremos pasado. 

La primera reacción emocional que habremos sufrido será un shock. A todos nos ha sorprendido esta grave crisis sanitaria. Nunca pensamos que llegara tan lejos en el caso de España. Tras el shock, es muy probable que nuestras siguientes reacciones fueran una de estas dos (o las dos):  negación y/o rabia. No nos creímos que esto nos fuera a ocurrir, en un país moderno y rico como el nuestro y nos sentiríamos muy probablemente enfadados por la situación. En una fase posterior las reacciones emocionales predominantes habrán sido desesperanza y miedo.  Es decir, indefensión al comprobar que esta crisis excede nuestra capacidad de respuesta y de no encontrar una solución rápida y eficaz y, adicionalmente, respuestas de miedo al sentirnos vulnerables y responsables por lo que les suceda a nuestros familiares más allegados y por lo que nos suceda a nosotros.  La última fase en la que espero de corazón que podamos ir alcanzando todos nosotros es la de aceptación.  Al descubrir que la situación es irremediable y que debemos convivir con el coronavirus acechando por ahí, hemos de aprender a convivir con el dolor emocional que se manifiesta al ver nuestra vida absolutamente trastocada por la nueva situación en la que nos encontramos y percibiendo que formamos parte de un todo, del conjunto de ciudadanos que luchamos cada día por alcanzar la meta de hacer desaparecer el COVID-19  para siempre. 

Este tránsito no es sencillo. Nos llevará un tiempo ir superando todas las etapas y deberemos confrontar nuestras emociones de forma inteligente para obtener lo mejor para nosotros mismos y nuestras familias.  Todas las emociones, por duras que sean, han de ser gestionadas óptimamente y recordemos que forman parte de nuestra naturaleza; no podemos negarlas. Hemos de manejarlas.

Si sentimos miedo… hemos de entender que es una emoción básica e importante, generada por la incertidumbre de no saber cómo estaremos al final de esta crisis. Hemos de reflexionar:  esta crisis llegará a su fin, y es relativamente cercano, estoy convencido. Las epidemias son inevitables en nuestro planeta y por efecto de generación de anticuerpos, el calor, o tan pronto consigamos una vacuna, la habremos vencido. Como tantas otras. Quizá ésta deje más dolor a su paso. Hemos de aceptar el hecho de tolerar lo que no pueda tener remedio y convencernos de que hay soluciones clínicas para la mayor parte de los casos. Los problemas económicos cesarán en su mayor parte y en poco tiempo volveremos a estar como hace unas semanas. Seamos valientes y pensemos de forma proactiva. Si podemos colaborar de algún modo en resolver algunos problemas, hagámoslo. El mostrarnos activos (siendo parte de la solución) y valientes hará que el miedo se torne en una emoción mucho más manejable, la preocupación. 

Si nos sentimos desilusionados… al comprobar que todos nuestros proyectos se han malogrado, por la restricción de movimientos. Descubrimos ahora la importancia de la libertad, y de lo mucho que disfrutamos nuestra vida a diario con nuestros seres más queridos. Ahora hemos de darle más valor que nunca a lo que hemos perdido estas semanas. Sabemos que no será para siempre; que volveremos a recuperar nuestra capacidad de experimentar la felicidad como lo hacíamos hasta ahora. Ilusionémonos con el proyecto, ahora más importante, de vencer la enfermedad y el de ayudar a los demás con nuestro sacrificio y sentirnos parte del conjunto de seres vivos que viven el mismo problema. 

Si nos sentimos indignados e irritados…  probablemente lo asociaremos a un pensamiento del tipo: “esto que me está pasando no es justo” o “esto no debería estar pasando”. Son pensamientos irracionales, así los llamamos. Lamentablemente, son circunstancias que pueden presentarse. Hemos de cambiar nuestro modo de pensar y cambiarlo a “no me gusta lo que está pasando, pero está sucediendo”, y nuevamente, optar por sentirnos útiles ante este problema: “pondré de mi parte lo máximo para que pase cuanto antes…”.

Si me siento desconcertado o falto de motivación… esta reacción es común a todos y cuanto antes conviene aceptarla. Han cambiado nuestras rutinas, nuestros planes se han ido al garete, nos han cancelado el viaje o el concierto previsto, nuestro trabajo está en el aire… Nuestra turbación es comprensible en una situación grave e inesperada. Podemos dejarnos llevar por la frustración o bien reestructurar nuestro día a día. “A grandes males, grandes remedios” reza el refrán. Planifiquemos las semanas, establezcamos nuevas rutinas, organicemos el día a día en casa, colaboremos con nuestros conciudadanos participando en alguna actividad social, hagamos nuestro teletrabajo con nuestro mayor interés, hay más tiempo para leer, participemos en juegos o sesiones diversas en casa. ¡Hay mucho por hacer!.

Si me siento solo…  he dejado esta última reflexión para todos aquellos que viven solos en casa. Son muchos. En crisis como las actuales nos replanteamos en ocasiones si elegimos (o si nos vimos forzados) acertadamente vivir solos. Somos, normalmente, responsables de nuestras decisiones. En confinamiento la sensación de soledad puede ser mayor. ¿Qué hacer?. Ante todo aceptar nuestra decisión fundamental, hoy por hoy, de vivir solos. ¡Pero eso no quiere decir “estar solos”! Si hay algo que tiene nuestro mundo respecto del pasado es la tecnología. Siempre fui muy crítico en todos los debates en los que participé y en los que se criticaba Internet, las Redes Sociales, la TV, los móviles…. ¡Ellos nos van a salvar, en parte, durante nuestro “arresto domiciliario”!. Tenemos un mundo de comunicación extraordinaria al alcance de nuestra  mano. Podemos chatear, realizar videoconferencias, con amigos, familiares…. Podemos ver nuestras series, podemos jugar con nuestros equipos electrónicos. Todas nuestras aficiones podemos reproducirlas virtualmente. Y también es tiempo para compartir con los demás, reflexionar y recogernos. También está bien así. 

Ánimo, amigos. En un próximo post hablaremos sobre consejos para sobrellevar mejor nuestro confinamiento.  

Alberto Bermejo 

Gabinete de Psicología EIDOS

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