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¿No puedes tratar un alma enferma, arrancar de la memoria un dolor arraigado, borrar una angustia grabada en la mente y, con un dulce antídoto que haga olvidar, extraer lo que ahoga su pecho y le oprime el corazón? En eso el paciente debe ser su propio médico […].

Macbeth (1606), William Shakespeare

Shakespeare ya describía en 1606 la angustia, el dolor emocional. ¡E incluso nos proponía una receta de Autopsicología! Volvamos sobre lo andado, revisemos nuevamente lo que sabemos y conocemos, en breve, sobre el problema más común en nuestros días.

En diversos escritos y artículos (y en mi libro) he descrito la ansiedad como un sentimiento o emoción adaptativa que nos resulta de gran utilidad en nuestra cotidiana vida, por tratarse de un sistema de alerta (en ocasiones con incidencia psicopatológica, cuando deriva en un trastorno de ansiedad). Hablamos de un “trastorno” de la “ansiedad”; porque indudablemente la ansiedad no podemos eliminarla, fracturarla, esconderla…. Forma parte del juego de la vida.

Los humanos corremos a nuestro médico de cabecera a reclamar la píldora milagrosa que elimine la angustia y el dolor psicológico. ¿Pero acaso la píldora va a hacer desaparecer tus problemas vitales, tus dificultades personales, en la base (muy probablemente) de tu respuesta de ansiedad? No lo va a hacer. Y no existe la píldora o la herramienta (algunos me la piden) que te haga olvidar el dolor, el trauma, los conflictos, los problemas…

Todos nosotros deberíamos conocer los aspectos centrales, muy resumidamente, que son los responsables de la respuesta de estrés o ansiedad:

  1. Estamos vivos, ergo, nos emocionamos, sentimos. También el miedo.
  2. Ante la adversidad, ante un estímulo ansiógeno (puede ser producto de la imaginación, el recuerdo o la anticipación) respondemos adaptativamente con una activación del sistema nervioso autónomo (SNA) que regula funciones vitales de importancia. Ante el peligro, o ante una situación complicada, nos alertamos y respondemos atacando (de ser real), paralizándonos, o huyendo (la mayoría de las veces, física o psicológicamente).
  3. Si nuestra respuesta psicofisiológica (descrita en el punto 2) la valoramos de forma razonable, la percibimos como adaptativa, si comprendemos lo que está ocurriendo, si toleramos cierto nivel de malestar… esta respuesta de estrés o ansiedad será muy puntual y delimitada a dicho momento.
  4. Si dicha respuesta física y psicológica, aparece con frecuencia en el marco de un problema determinado y podemos manejarlo, podremos también tolerar la situación e incluso buscar una solución a los problemas. Nos adaptamos.
  5. Si lo que describo en los puntos 3 y 4 lo percibimos como injusto, indeseable, intolerable, doloroso o no lo comprendemos, si nuestra respuesta emocional es inapropiada, estaremos generando un nivel de distrés y ansiedad elevado, que con el tiempo puede trocar en un trastorno de ansiedad, de los múltiples que tenemos descritos que afectan a nuestro bienestar emocional.

Los seres humanos, en nuestro inhábil manejo de nuestra respuesta emocional, haciéndonos trampas con la mente, hemos convertido lo que es una alerta útil para nuestra supervivencia en un mecanismo de incapacitación psíquica que afecta profundamente nuestra vida cotidiana y nos descoloca vitalmente. Otorgamos demasiado espacio mental innecesario a nuestros miedos, a nuestras incomodidades, anticipando dolores que nunca aparecerán.

Estamos atrapados por el pasado y el futuro (el auténtico germen de la angustia), nos anclamos en una de estas entelequias temporales, esencialmente inexistentes, que solo podemos validar conceptualmente. Porque lo único que hacemos es navegar en un único presente, eterno y singular presente. Sólo existe este momento.  Carpe Diem, ya nos exhortaban nuestros clásicos.  Si nos quedamos atrapados en estos dos fantasmas, un tanto como le ocurrió al Scrooge de Dickens, nuestras experiencias, el discurrir de nuestra vida carecerá de gracia y fuerza vital, y experimentaremos el paso por este tránsito como anestesiados, lo opuesto a la expresión de la felicidad: desapego, angustia y desánimo

Te ruego que sientas la vida como una sucesión invaluable de acontecimientos y experiencias únicas. Como un auténtico regalo, en cada instante posible, y experiméntalo como si cada momento fuera el último, el único. Esfuérzate en activar tus cinco sentidos y captar todo lo que sucede frente a ti, refuerza tu capacidad de darte cuenta de la vida que pasa ante tus ojos.  

Te propongo para acabar un pequeño ejercicio, para tomar conciencia, y para reducir tu respuesta de ansiedad.

  1. Siéntate en un lugar confortable.
  2. Cierra tus ojos.
  3. Realiza alguno de los ejercicios que tengas a mano para relajar tu musculatura.
  4. Toma conciencia de tu respiración. Respira lenta y profundamente. Mas en el momento de exhalar, piensa en una palabra-mantra: “tranquilidad”, “relax”, o “paz” u otra que te guste más.
  5. Continúa así durante 10 ó 20 minutos.
  6. Al acabar, siéntate un momento, antes de ir a tus actividades cotidianas. Practica con frecuencia.

Encontrarás más ideas de Autopsicología, y ejercicios con un mayor desarrollo y explicación en mi libro Autopsicología, ejercicios y claves para una buena salud mental, en Editorial Almuzara, que podrás pedir en tu librería o adquirir en Internet (abajo, enlace).

Alberto Bermejo
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica

Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)

www.psicologos.eu

eidos@psicologos.eu

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Ejercicios y claves para una buena salud mental