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¿EL CEREBRO TIENE SEXO?

¿EL CEREBRO TIENE SEXO?

Llevo años entrevistándome con hombres y mujeres en mi quehacer clínico. Hombres y mujeres sufriendo diversos trastornos de ansiedad, de personalidad,  depresión u otros trastornos relevantes.

Deciros que siempre he considerado una diferencia fundamental entre hombres y mujeres, antes incluso que proliferaran los libros del tipo “Los Hombres son de Marte y las Mujeres de Venus”. Radicalmente, somos distintos (pero no como para pertenecer a distintos planetas). La mayor diferenciación es fundamentalmente cerebral.

Nuestro cerebro no funciona de la misma forma. Han sido años de evolución los que nos han diferenciado. Y con ello no damos a entender que los hombres son más inteligentes que las mujeres o viceversa. Simplemente hay tareas que un sexo realiza mejor que el otro. Aunque en esta oportunidad no hablaremos de tareas, sino del impacto de la biología en el comportamiento de hombres y mujeres.

La  investigadora Louann Brizendine («El cerebro masculino» RBA ediciones),  neuropsiquiatra  de la Universidad de San Francisco defiende que los cerebros de hombres y mujeres procesan el mundo de forma diferente. Los caballeros se extrañan del modo de pensar de las señoras, testigos de un mundo complejo y no exento de peligros; y las mujeres piensan a menudo que los hombres estructuran su manera de cavilar desde un cerebro simple.

Durante la gestación,  es la descarga de testosterona lo que masculiniza al feto en cuerpo y mente. Con un año de edad, los niveles de testosterona son equiparables a los de un adulto. Como consecuencia, un niño disfrutará con objetos prohibidos y peligrosos, rehuyendo advertencias y funcionará muy bien en ambientes competitivos. A los pocos años exhiben su fuerza física a causa de la elevación de la dopamina, que se incrementa con la acción y el movimiento.

Las chicas poseen más conexiones en el área de la comunicación y las emociones. Son muy buenas escrutadoras de rostros y valoran la aprobación social.  En los primeros años, los ovarios generan estrógenos, que desarrollan los circuitos de observación y comunicación. Ello les lleva a mantener relaciones armoniosas con los demás, evitando conflictos y son más proclives a implicarse en juegos cooperativos. El lenguaje es su gran arma.

En la adolescencia la búsqueda sexual es el centro del interés del hombre. Las hormonas vasopresina y cortisol son el andamiaje biológico de la actitud de defensa del territorio que muestran los chicos. Sexo (el hipotálamo crece de forma desmesurada) y agresividad, ahí es nada. Independencia frente al control parental, también muy observable en los chicos.

La adolescencia femenina es diferente. Hay un incremento de la sensibilidad ante la aprobación o rechazo. Las adolescentes quieren sentirse sexualmente deseables, pero dependiendo del día los mensajes que envían o reciben pueden ser confusos. Los cambios del humor son continuos, sobre todo en las dos segundas semanas del ciclo, cuando la irritación es mayor. La solución para todo ello es hablar. Curiosamente, hablar y hablar produce en el cerebro incrementos de las hormonas dopamina y oxitocina que se traducen en experiencias placenteras. Se buscan alianzas con amigas.

Ya en la madurez los hombres comienzan a feminizarse al disminuir el flujo de hormonas masculinas (sí, amigo lector, ¡nuestra virilidad no es la misma que a los veinte años!). Es en este período donde se describen más episodios de trastornos sexuales masculinos, como eyaculación precoz y problemas de erección y/o falta de deseo sexual. Somos más receptivos a la hormona responsable de los abrazos (la oxitocina) y nos mostramos menos territoriales. Con una ventaja: el hombre es fértil prácticamente toda su vida.

En la mujer madura, con las bajadas de estrógenos y progesterona de la menopausia, el cerebro cambia. Menos interesadas en las emociones, se preocupan más de sí mismas. La concordia ya no es un fin en sí mismo.  En las mujeres también desciende el combustible del impulso sexual, la testosterona, también presente en las mujeres.

Alberto Bermejo

Psicólogo clínico

Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)

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Psicofármacos, antidepresivos, depresión y sexo

Psicofármacos, antidepresivos, depresión y sexo

Un dato objetivo: de acuerdo con cifras contrastadas internacionalmente una de cada tres personas puede contraer al menos un episodio depresivo a lo largo de su vida. Y en España la realidad es que las personas que padecen depresión acuden a un médico psiquiatra y no a un psicólogo clínico, saliendo de su consulta con una receta de un ISRS (Inhibidor selectivo de la captación de serotonina), los fármacos antidepresivos más recetados. Estos fármacos producen cambios en la función serotoninérgica en determinadas vías cerebrales, precipitando un incremento de la serotonina disponible para el cerebro. El nivel de serotonina, según estudios neurobiológicos, también se ha encontrado asociado a trastornos relacionados con la adicción y con otros problemas de salud mental, de ahí que incluso en trastornos de ansiedad (como en en trastorno obsesivo-compulsivo), en trastornos adictivos e incluso en trastornos de personalidad la medicina ha sugerido incorporar antidepresivos en la rutina psicofarmacológica ofrecida a estos pacientes.

Querría dejar aquí bien patente mi desacuerdo en que para cualquier trastorno de salud mental (trastornos que en su mayor parte son trastornos adaptativos, es decir, relacionados con nuestra manera de relacionarnos con los demás, con nosotros mismos y con el mundo, sin ser graves) el paciente termine llevándose a la garganta los mentados antidepresivos. Estimo que  en un trastorno considerado leve o moderado deberían introducirse estrategias de autocontrol o terapias cognitivo-conductuales dirigidas por psicólogos clínicos; es decir herramientas psicológicas, antes de incluir prescripciones psicofarmacológicas; o en cualquier caso una terapia mixta psicomédica que incluya psicoterapia. Toda vez que la psicología ofrece soluciones eficaces y eficientes para todos estos trastornos.

Pues bien, estos fármacos antidepresivos (como el archifamoso PROZAC, que hace unos años despertó un interés inusitado en EEUU, hasta el punto que llegó a denominarse la “droga de la felicidad”) presentan efectos secundarios en la función sexual de hombres y mujeres en buena parte de sus consumidores.  Es el gran problema.  Un incremento de la serotonina interfiere claramente en las relaciones sexuales de hombres y mujeres, incluso inhibiendo el deseo sexual

La interferencia sexual se produce porque el incremento de serotonina induce cambios psicofisiológicos que afectan a los sistemas simpático y parasimpático del sistema nervioso autónomo, implicados en la sexualidad, en los que no nos vamos a detener ahora.

Si usted debe tomar antidepresivos por prescripción médica  (tampoco nos olvidemos, un paciente con depresión clínica no desea frecuentes relaciones sexuales) y quiere mantenerse sexualmente activo debe plantear a su médico una reducción de la dosis del medicamento o su asociación con otro psicofármaco que le pueda ayudar en las relaciones sexuales; o incluso suspender la toma de la medicación durante pequeños períodos, pero siempre manteniendo las dosis clínicamente necesarias.

Se han detectado en algunos casos abandonos de medicación por su interferencia en la sexualidad del paciente. Hay que evitarlo.

Para no ser completamente negativos podemos acabar con una buena noticia. Y es que desde hace unos años contamos con un antidepresivo ISRS cuya interferencia en la vida sexual de los pacientes es muy reducida.

Alberto Bermejo

Psicólogo clínico

Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)

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