La Navidad es un tiempo de sabor familiar, una tradición que se retrotrae a tiempos paganos. Aunque para muchos su valor religioso se ha difuminado, yo personalmente sigo apostando por señalar los sentimientos nobles que debería despertar en todos nosotros. Como toda festividad, también tiene un valor simbólico que solemos olvidar.
El verdadero origen histórico la encontramos en las saturnales romanas. En la antigua Roma las familias no adoraban al hijo del Dios cristiano, pero sí a múltiples deidades, a los que ofrecían todo tipo de sacrificios y ofrendas. Y como buenos paganos (esto sí, de Occidente) celebraban la llegada del invierno, el solsticio. Y más al norte la tradición del abeto decorado se pierde en la noche de los tiempos. Roma festejaba “el renacimiento” del año, precisamente, el 25 de diciembre correspondiente al calendario juliano, con fiestas de lo más carnavalescas, en honor del dios Saturno, nada parecido a nuestra tradición religiosa e íntima de la Natividad de Jesús el Cristo.
En todo caso, la transcendencia simbólica de estas fechas navideñas es de relevancia en nuestra cultura y hemos de abrazarla y no descafeinarla (y no perder nuestras tradiciones -ya está bien de adoptar, por otra parte, tradiciones que no son nuestras-). Y lo más importante en este ciclo es el reencuentro familiar y la solidaridad. Repasando historias de nuestra historia, recuerdo las treguas que soldados fijaron en el frente de la I Guerra Mundial, e incluso en nuestra triste Guerra Civil. Ceses o alto el fuego que supusieron más de un juicio sumarísimo para algunos combatientes, pues no eran aprobados por la oficialidad.
Mas vayamos a nuestro terreno psicológico, revisemos. Después de un año duro, de trabajo, de estrés, de dificultades, para una gran parte de nosotros el reencuentro familiar debiera vivirse de una forma feliz, un modo de compartir lo mejor de cada uno y saber transmitir nuestros mejores deseos a los más cercanos. Sin embargo, para muchos, estos días representan una etapa consumista y quien no goza de grandes recursos puede sentirse más pobre o más solo. ¡Aunque ahora estemos todos algo misérrimos con la inflación, la subida de la tarifa eléctrica y los vaivenes económicos que produce la crisis del COVID19! Aunque pienso que esto último también pasará…. y más pronto que tarde.
¿Sientes acaso que esta época es algo triste para ti? ¿Qué las Navidades te abaten casi por completo?
Algunos sentimientos de soledad o de tristeza asociados a la Navidad pueden estar vinculados a la falta de algunos seres queridos en estas fechas señaladas. Es probable que si vivimos solos o no tenemos familia o amigos cercanos nos sintamos algo huérfanos de calor afectivo. O es probable que estemos abocados a un periodo de desánimo derivado de la época estacional invernal, con pocas horas de calor y sol. El cansancio, o el estrés acumulado durante el año puede ser una pesada losa que llevar a la espalda. O descubrir que cerramos una etapa acabando el año sin ver cumplidas algunas de nuestras expectativas, lo cual nos resultar algo duro de sobrellevar. El estar obligados a ser felices y comer perdices (en Navidad) puede resultarnos del todo estresante, o descubrir que los demás a nuestro alrededor dan saltos de alegría (o que nos lo parezca) y se lanzan a consumir desaforadamente.
Yo te propongo, querido lector, una Navidad mindful. De entrada, que pueda servir para el reencuentro con uno mismo, tanto más si te ves identificado en el párrafo anterior. ¡Pero que sea también una oportunidad para abrirnos a los demás, en especial con los que más queremos! Cuando hablamos de una experiencia mindful, recuerda, hablamos de conexión con uno mismo, buscar la calma mental; atender a los estímulos de nuestro alrededor de forma serena y armónica, y vivir cada instante.
Es un tiempo de reconciliación. Intenta superar algunas batallas intestinas con treguas realistas y llenas de afecto. Si dispones de tiempo, piensa que puedes ser útil y puedes ayudar a otros que necesitan apoyo emocional y moral. Por ejemplo, muchas personas se preocupan de dedicar un tiempo a participar en grupos que dan cenas a personas sin hogar, o a colaborar en la recolección de alimentos para familias más necesitadas. Un total cambio de perspectiva. Es también un período precioso para proponer nuevos planes familiares y hacer propósitos de cara al año nuevo.
Si echas de menos a personas queridas que ya no te acompañan te animo a que prepares algún pequeño homenaje o dedicar estos días a las personas que una vez amamos (y que seguimos amando) que no nos acompañan. ¡Brinda por ellos con un buen vino! Comparte con los que están, recordando a los que una vez estuvieron, en tus reuniones familiares, pero de forma festiva, no triste.
Dedica unos días a organizar un plan valioso, con nuevos propósitos de cambio de cara a fechas venideras. El año nuevo puede ayudarte a cumplir tus sueños, ¿por qué no? Es un tiempo futuro, pleno de misterio, que no sabemos que nos deparará, pero que podemos planificar para organizarnos algo mejor y explorar hacia dónde derivar nuestra energía.
Y, pues sí, tampoco hay que olvidarse. Disfruta de los presentes, de las compras. Y si no te han regalado eso que tanto echas de menos, ¡quiérete tú más que nadie y regálatelo!
Felices fiestas navideñas amigos, y próspero año nuevo para todos.
Alberto Bermejo
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)
eidos@psicologos.eu
Síguenos en nuestras Redes Sociales: