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Apreciados amigos y lectores, en estos días de tormentas e inestabilidad climática mediterránea (además de geoestratégica) comienzo este artículo con una frase que resume buena parte de mi pensamiento (y creencias) sobre cómo mejorar nuestra salud mental:

“La vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia”.

Este valioso aserto anónimo resume, en mi opinión, la orientación que deberíamos dar a nuestra vida: no rebelarnos frente a la adversidad (si el infortunio es inexorable) y permanentemente paladear cada minuto que vivimos.

Tendremos ocasión de hablar sobre emociones en otros posts, pero permitidme hoy que abordaremos una introducción a nuestra experiencia afectiva y sentimental y animaros a ser más positivos. Las emociones guían nuestra particular brújula vital. Yo siempre reclamo a mis pacientes que presten atención a sus pensamientos y emociones. Una emoción conlleva cambios psicofisiológicos y endocrinos, además de una respuesta cognitiva, que configuran la apreciación de sentimientos. Las emociones nos informan de lo que está pasando a nuestro alrededor, y representan una espoleta para ejecutar determinadas acciones. Representan una especie de “cuadro de mandos” personal.

Muchos pacientes reclaman ayuda del psicólogo clínico para “luchar” contra sus emociones, para “rechazarlas”, para conseguir que “desaparezcan”. Estamos errando el tiro. Las emociones conforman una respuesta humana muy particular y lo que hay que aprender es precisamente a conocer bien esa respuesta y descubrir cómo manejarla óptimamente, como digo  más precisamente en mi libro de Autopsicología: vivir positiva-mente.

Las emociones son un tesoro. Tienen un valor funcional en nuestra conducta diaria y en nuestra experiencia cognitiva. Son básicamente señales, nos empujan a movernos en un determinado sentido. A menudo nos hablan sobre el estado de nuestras relaciones personales. Nuestras emociones también alertan a los demás sobre cómo somos. Nosotros hemos de decidir en cada caso cómo debemos responder ante una experiencia emocional concreta, porque además de nuestra particular respuesta más instintiva, realizamos una valoración cognitiva de lo que está ocurriendo en nosotros y nuestro entorno. ¡La información de nuestras emociones es valiosísima!

Valga un ejemplo: el enfado. Responder con enfado no es necesariamente un problema, salvo que lo hagamos con ira y perdamos la compostura, o nos desborde completamente con una respuesta muy desadaptativa. Si nos enfadamos lo que suele ocurrir, básicamente, es que desde un estado de alerta, estamos protegiendo nuestros límites. Respondemos con activación psicofisiológica en respuesta a que el otro o los otros (o un otro abstracto) ha violentado nuestro perímetro personal o emocional. Incluso en las cuestiones más simples. Podemos recibir una multa de tráfico y enfadarnos. Pensamos que la Autoridad nos va a confiscar un importe por una acción que valoramos injusta de inicio (aunque realmente lo merezcamos, porque hemos incumplido una norma de tráfico), nos van a privar una cantidad sensible de dinero sin apenas recursos para hacer frente a lo sucedido. Probablemente le echemos la culpa a la norma o pensemos que no merecemos la multa. Nuestra acción será analizar lo sucedido y preparar un recurso, o si pensamos que hemos obrado incorrectamente, aceptar el cobro. Al cabo de horas, o de días, lo olvidaremos. Sin embargo, lo habitual es que los enfados que nos importan  aparezcan en un contexto interpersonal, porque nos sentimos “atacados” o comprometidos por las acciones de otras personas, a menudo de personas queridas. A veces respondemos con una expresión afectiva excesiva, lo que da información a los demás (y a nosotros mismos) sobre lo que está ocurriendo.  Estos enfados son más duraderos; porque en general consideramos muy valiosas nuestras relaciones.

Como una primera orientación, podemos hacer un cambio fundamental en nuestras vidas viviendo más positiva-mente. Cuando nos levantamos de la cama por la mañana solo caben dos actitudes vitales: movernos como un alma en pena en nuestro quehacer diario o decidir vigorosamente que hoy puede ser un gran día (como nos cantara el gran Serrat), aprovechándolo al máximo y con optimismo. Mientras puedas elegir, opta siempre por la segunda alternativa. Las emociones positivas son básicamente un 80% de pensamientos positivos: escucha bien tu voz interior, no te alimentes de autodiálogos irracionales que no se compadecen con tu realidad personal. No te autoengañes. Abre tu cuaderno de autenticidad. Fluye.

Y siguiendo con los consejos para vivir más positiva-mente: aléjate de los noticiarios de TV, que solo se dirigen a tu sistema límbico (no a tu córtex); da la espalda a personas venenosas que vampirizan tu existencia; elimina tóxicos y revisa tu compromiso con una vida saludable;  renuncia a actividades que te devalúan como persona; no dejes de reír a diario; disfruta de la amistad y practica cotidianamente los ejercicios sobre calma de la mente que describo en mi libro Autopsicología, Ejercicios y claves para una buena salud mental. Editorial Almuzara.

Acabemos con una propuesta de ejercicio vinculada a la regulación emocional, para que practiques en casa, orientada a afrontar la ansiedad y el miedo. Reflexiona sobre alguna de las amenazas más importantes que crean incertidumbre y limitan tu bienestar. Identifica la emoción relacionada. Analiza tus sentimientos (más cognitivamente).  ¿Qué piensas acerca de lo que te sucede?. ¿Cómo reaccionas  ante esa emoción? ¿Cómo se expresa corporalmente? Concéntrate en tus sensaciones. Respira profundamente. Es probable que estés sintiendo incomodidad o cierto dolor por tu recuerdo emocional. Sencillamente, busca una forma de calmarte, de modificar tu expresión corporal para afrontar la amenaza. ¿Puedes recurrir a algún pequeño ejercicio que te ayude?. Si con una breve meditación puedes cambiar tu respuesta emocional y física para sentirte algo mejor, estás empezando a cambiar tu forma de relacionarte con la ansiedad que te procura la amenaza. Como siempre, en muchos casos, la clave es escucharse, conocerse mejor… Cuídate mucho.

Alberto Bermejo
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica

Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)

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eidos@psicologos.eu

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