Teletrabajo… y vuelta a la oficina
Esta pandemia de COVID19 (¿tuvimos que sufrir una pandemia para ello?) representó el gran impulso en cuanto a modernidad laboral En España y en el resto del mundo convidando a una gran parte de trabajadores a teletrabajar desde sus domicilios desde la primera declaración del estado de alerta y el confinamiento.
Los psicólogos ya hemos teletrabajado anteriormente. Recuerdo que en 2002 participé en Oviedo con otros colegas en una Mesa Redonda en la II Reunión anual de la Sociedad Española de la Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS). La mesa “Nuevas tecnologías, internet y psicología clínica” representaba una de las primeras iniciativas científicas en España sobre la eficacia de la terapia Online y las tecnologías informáticas aplicadas a la psicología clínica.
Hasta las fechas de confinamiento de 2020 muy pocos habían disfrutado de esta modalidad de trabajo en sus empresas y a la mayoría de los profesionales lo del teletrabajo sonaba algo tenebroso. Las empresas de este país, algo carpetovetánicas, prefieren ver a sus asalariados quemando las horas en las oficinas y lo de teletrabajar en casa no debía ser algo muy español. Y en estas que nos vimos, con la gangrena del COVID19, descubrimos que tecnológicamente el país estaba preparado para que media España enchufaran sus portátiles en casa, y ¡además la mayor parte de las empresas ya estaban haciendo planes para que sus trabajadores teletrabajaran!
No en vano, el teletrabajo representa grandes ventajas para la empresa: reducción de costes operativos y energéticos, no precisar alquilar espacios de trabajo, menos gastos en material y herramientas informáticas. Y probablemente menos jefes. Sin dejar de lado el avance que supone en todos los órdenes en materia de conciliación familiar.
Si bien sigue siendo una modalidad de trabajo sospechosa para muchas corporaciones, dado que no permite atar en corto al trabajador.
Con las vacunas estamos viendo la luz al final del túnel; pensamos que en cuestión de pocos meses el COVID19 habrá sido una pesadilla y volveremos a la plena normalidad (a mí no me gusta lo de la nueva normalidad que nos vende el establishment). Las empresas ya están invitando a sus empleados a volver a los centros de trabajo. Es muy probable, tú que me estás leyendo, que este mismo lunes ya hayas sido exhortado a volver a trabajar presencialmente. Sé que te habías acostumbrado a darle a la tecla de tu ordenador en casa, mientras consolabas los llantos de tus críos, te preparabas el café, ponías la lavadora o dejabas la comida en el fuego. ¡Y todo funcionaba, el trabajo salía adelante!. Ha sido una magnífica experiencia, ¿no?.
Pero, ¡ay!. Volvemos a las oficinas. Las compañías y empresas españolas más avanzadas promueven sistemas de trabajo, que combinan eficientemente presencialidad y teletrabajo. Aplaudo las empresas que aseveraron aquello de que “el teletrabajo ha venido para quedarse”, aunque ahora no se mente tanto. Y he de decir, como psicólogo, que es absolutamente razonable y representa la mejor opción para los profesionales combinar ambas modalidades. ¿Queréis saber por qué?.
He estudiado profundamente esta cuestión y sus derivadas. Seguir trabajando exclusivamente conectados mediante un ordenador desvirtúa la comunicación humana. Es una manera artificial de conectar con el otro. Están muy bien las sesiones por zoom, pero siempre son más cálidas las reuniones presenciales, compartiendo sonrisas reales, sintiendo la piel del otro (cuando nos dejen besarnos o darnos la mano), discutiendo de trabajo en mesas contiguas y volviendo a sentir que formas parte de la organización. Hay algunos estudios que apuntan a que un teletrabajo prolongado puede conllevar experiencias de desánimo o depresivas, aunque no me quiero extender en ello ahora.
Además, vamos a recuperar el mayor beneficio que aporta participar en equipos de trabajo: la implicación social. Somos personas y necesitamos a los demás. Trabajar siempre a solas con tu portátil no es saludable. Desarrollar un trabajo de forma participativa combinándolo con la posibilidad de interactuar socialmente con tus compañeros es una palanca de salud mental. Te sientes útil, parte del equipo. Ello se refleja positivamente en tu autoestima, es gratificante.
El teletrabajo a la larga nos puede volver algo perezosos y “la casa se nos puede caer encima”. Lamentablemente, los datos que manejo apuntan a que esta modalidad de trabajo ha ido acompañada de un mayor sedentarismo. Salir de casa para acudir a tu puesto de trabajo implica movimiento y ejercicio. Mucho más si acudes a tu trabajo andando o en bicicleta. Movernos un poco más cada día es fuente generadora de salud.
Tener la posibilidad de compartir un cierto grado de amistad con los compañeros de trabajo y quedar para tomar un café o compartir el almuerzo es otro elemento gratificante.
Además, tener la opción de abandonar el pijama o el chándal y ponernos algún traje o vestido decente representa otro ingrediente positivo para nuestra autoconfianza. Se acabaron las videoconferencias en calzoncillos trajeados de cintura para arriba. El desarrollo de este aspecto motivacional es importante.
Emocionalmente, conseguir diferenciar entre oficina y hogar conducirá a una reducción importante de estrés y representará una mejora de salud mental adicional.
¡Ánimo y fortaleza en esta nueva etapa, amigo lector!
Alberto Bermejo
Psicólogo clínico
Gabinete de Psicología Eidos (Alicante)
www.psicologos.eu
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